Estar expuestos a las críticas del público es uno de los hándicap que tiene ser ‘famoso’. Pero, quizás, cuando a ese público le machacan con los preparativos de sus bodas, que las juzguemos, al final, no debería sorprender. No en vano son las propias famosas quienes ponen en el foco mediático sus bodas en redes sociales, copando photocalls en eventos, portadas y reportajes en la prensa del corazón y minutos de televisión.

Hablan de sus bodas, nos hacen ‘partícipes’ de sus preparativos, nos venden sus exclusivas… Y claro, luego se sienten sobreexpuestas ante esos comentarios negativos que muchas veces ni saben encajar. Normal, a todos nos alegran los halagos, preparamos la boda con ilusión y a nuestro gusto personal, para gustos los colores y blablablá; pero aceptadlo, habéis expuesto, mediatizado y/o comercializado tanto vuestros enlaces que las críticas tienen que llegar.

Famosas, famosos y medios de comunicación, juntos o por separado, venden durante meses –incluso a más de un año visto– que sus enlaces están llamados a ser «la boda del año», y cuando llegan… Oh señor, nos encontramos con las bodas fiasco del año. Obviamente, siempre de forma subjetiva. Porque sí, cada boda es la mejor para cada pareja –y serán felices, más allá del resultado y las opiniones– pero la exposición tiene un impuesto: las críticas de ese público que ha aguantado meses de titulares y que compra esa revista con las tan deseadas fotos; y cuán mayor son las expectativas creadas mayores serán las críticas (tanto para adorarla como para odiarla).

Se acepte o no, se matice o no, algunas celebrities mercantilizan con sus bodas, y no sólo con la pactada exclusiva en la revista de turno, o por las declaraciones en el photocall de tal cual evento, sino con todos –o casi todos– los detalles de su boda. De verdad, hay momentos en los que me ha faltado ver la mosca indicativa de ‘espacio publicitario’. Y en mi mente la más reciente escena del brindis de los recién casados ante la prensa más que patrocinado por Moët & Chandon. Porque sí, lo es. Ningún personaje, ni su representante, deja nada a la improvisación.

Hasta aquí todo lícito. Es el juego de la prensa del corazón y el consumidor es partícipe. Y de grandes expectativas convertidas en fracasos los últimos dos veranos nos han dejado buenos ejemplos para analizar (vaya por delante que sin acritud): la boda de Lourdes Montes y Francisco Rivera y la boda de Alba Carrillo y Feliciano López.

Foto, ©Wildfox

 

El extraño caso de los vestidos de novia de Lourdes Montes.


 

Porque si no había terminado de convencer el vestido de su boda civil, un año después la esposa del torero Fran Rivera nos sorprendió con el vestido de su boda religiosa de lo más desafortunado. Curioso, porque muchas son las novias que sueñan con volver a celebrar su enlace para poder rectificar los errores en su bridal look. Cuando creíamos difícil fallar dos veces, nos damos de bruces con Lourdes Montes y sus dos vestidos de novia.

En el caso del segundo vestido de novia de Lourdes Montes el problema ya no estaba en las expectativas que la propia sevillana puso sobre el diseño, que sería el primero de ella como diseñadora de moda tras la firma Analilen, o que la gente critique por criticar. Es que, de verdad, no había por dónde coger la confección del vestido que parecía más bien improvisado: costuras arrugadas, un corte que no le favorecía en nada, esos famosos cristales en lágrimas tan mal ubicados, dos días antes del enlace aparece en un photocall con un modelo idéntico en versión fiesta (y al menos sin los cristales) y el velo Julieta tan mal colocado. Una cadena de errores inentendibles para un vestido de novia tan mediático.

Y para más Lourdes nos hace un galimatías declarando ahora que este si es el vestido de sus sueños y no el primero, que al parecer –y siempre según la novia– (ya) no es un diseño de ella confeccionado por Pronovias, tal como se dije en su momento, sino que ahora ante cualquier crítica la culpa es exclusiva de la firma catalana. Pero es que ahora el primer vestido –ese que convenció poco en su día– se ha convertido en un acierto total.

Eso sí, días después de su enlace religioso publicó un comunicado aludiendo a las críticas y mostrándose contenta con el número de pedidos para vestir de Analilen que estaba tenido gracias a su boda (que es lo que tienen las bodas mediáticas, que alcanzan gustos para todos). Ole por eso.

Foto, ©Wildfox

 

Los tres son multitud de Alba Carrillo.


 

La verdad es que la recién esposa del tenista Feliciano López está encajando bastante mal los comentarios negativos que está generando su boda, y no se corta en responder directamente a quienes la critican en su cuenta de Instagram. Pero, aunque no le guste leerlo, sus tres vestidos de novia son el sin sentido del año.

Tres son multitud, más si no se lucen en todo su esplendor ninguno de ellos. Mejor lucir con estilo uno sólo, a mil que desfavorezcan. Y sí, cada uno de los vestidos de novia que Alba Carrillo llevó en su boda son bonitos, bueno; pero la expectativa y la excentricidad (de llevar hasta tres vestidos diferentes) ha sido más presuntuosa que el resultado obtenido. Ninguno aporta nada a la moda nupcial para lo mediáticos que han sido y lo sonoros que pretendían ser. Ni siquiera permiten hacerte con una idea del estilo de la modelo ya que son una amalgama de diseños.

Algo falla cuando, aun teniendo a tu entera disposición a una de las grandes firmas nupciales del país como es Rosa Clará, quien no duda en crearte hasta tres diseños, además de nombrarte imagen de la firma con la repercusión y remuneración que eso conlleva, del primer al último vestido de novia no convencen a la mayoría del público y expertos del sector. Más esta boda que ha tenido una explotación mediática larga e intensa. Eso sí, seguro su enlace reparará más en la imagen publicitaria de la modelo pues el día de su boda las notas de prensa de marcas ‘colaboradoras’ no dejaban de llegar al e-mail.

 


¿Moraleja?. A excesivas expectativas mediáticas, grandes serán las críticas que famosos y famosas tendrán que (aprender a) encajar. Y eso que al final lo que de verdad importa es el tamaño de la sonrisa que toda novia lleva en su día. ¡Esa felicidad es la que hay que buscar! ¿Y sabéis qué?. ¡Que no se compra ni vende!. Aunque nosotras acabemos exhaustas y con sobredosis de noticias sobre sus bodas. No me malinterpretéis, me encanta cotillear en las bodas de las famosas, pero son tan cansinos los preparativos patrocinados y aburridas «las bodas del año» de resultado insulso que me chafan la ilusión.

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