He leído sinfín de comentarios, tuis, memes y análisis variopintos sobre lo ocurrido anoche en la entrega de los Premios Oscar 2022 por la agresión del actor Will Smith al comediante Chris Rock tras el inapropiado chiste que este hizo sobre Jada Pinkett Smith, actriz y esposa del primero quien hace meses hizo público que lleva desde el año 2018 sufriendo alopecia femenina. No, no se le cae el pelo, se está quedando calva. Lo puntualizo desde ya porque es importante y, para mi, es el punto clave de la historia.

Entre lo tanto que he leído y escuchado ha sido el análisis de Roy Galán en su Instagram el que terminó por despertar mis ganas de decir públicamente algo y dar mi punto de vista sobre una causa de la que nadie habla porque se está muy ocupado centrando el debate, como siempre, en los dos hombres y en un giro sobre ‘machismo – feminismo’ que poco y mucho a la vez, paradójico lo sé, tiene que ver con el de la falta de respeto del que nace esta situación.

Quizás haga falta leer el post de Roy Galán para entender el contexto de mi respuesta y reflexión, o quizás no. Pero ojo, que él no ha dicho nada diferente a lo que se esté diciendo por todos lados.

A mí lo que me resulta cansado, irrespetuoso y patriarcal es seguir oyendo el típico comentario gracioso sobre el físico de una mujer y esconderlo en la coletilla de «es comedia», «solo es un chiste», «uno ya no puede reírse de nada», mientras la persona a la que va dirigida la bromita debe tragársela con saliva y sonreír para no ser aún más vilipendiada por la sociedad que quiere reír a costa de resaltar aquello que consideramos defectos físicos. Y claro que sí, los chistes de humor negro son bienvenidos, pueden ser graciosos y están permitidos, pero por educación han de venir de aquellos que están en tu circulo familiar y social a los que les has dado permiso. Incluso tú mismo puedes hacer humor negro de tu situación, pero no cualquiera que pase y se toma el derecho y además crea que lo puede hacer sin acarrear consecuencias. Y no hablo de recibir una bofetada por ello, nada más alejado de eso. Hablo de la consecuencia que esos chistes de mal gusto suelen tener siempre en quien los recibe. Pero eso al que ríe no le importa, que hay quien exagera mucho ¿verdad?. Tu traga, que solo los mental y emocionalmente fuertes lo superan.

De nuevo los estereotipos impuestos justifican que la mujer que no encaja en el canon de belleza es solo un chiste, un objeto de humor. Porque una mujer solo puede ser calva si tiene cáncer y la quimioterapia le arrebata ferozmente su cabello. De resto no. No lo aceptamos. Eso no es belleza ni feminidad. Aceptación con los hombres calvos, que qué guapos, sexys e interesantes que se ven algunos, eh, (tiro de ironía) y burla hacia la mujer con poco pelo. Es fea. Es vieja. Es calva.

 

Para la sociedad una mujer no puede ser calva.

Una mujer con alopecia debe esconder su enfermedad tras una peluca o un pañuelo guardando así su secreto, su vergüenza, para poder seguir agradando a los demás. Porque lo que sea que una mujer sienta mientras ve perder su pelo, el impacto emocional que la alopecia le cause, eso no le importa a nadie. La sociedad no quiere ver a mujeres calvas como tampoco quiere ver a mujeres gordas. No les importa su enfermedad, les molesta su apariencia. Y, aun así, además, tiene que aceptar que se rían de ella y reírse de sí misma ante el chiste de cualquiera que la use en su actuación ante millones de personas. Que le pregunten a René Zellweger lo que se siente al tener que dar explicaciones sobre tu físico, escudriñado sin pudor por todos.

¡Y que nadie la defienda!. ¡Que nadie levante su voz por ella en ese momento!. ¡Tranquilitos maridos, hijos, hermanos, primos o ese actor sentado en la butaca de al lado que lo ha entendido!. Masculinidad a raya, que no se lleva y ahora parece que solo las mujeres podemos defender y hablar por otras mujeres. Salvo los tertulianos (hombres) de turno, esos si. Una sociedad paralizada ante las injusticias, eso es lo que tenemos.

A lo que vamos, al gran chiste de los Oscar: ¡Todo el mundo a reírse de la teniente O’neil!… Por cierto, paradigma y estereotipo de las mujeres que tiene que masculinizarse (rapando su melena, esa que le otorga a los ojos del resto la feminidad) para que los hombres de poder la acepten en su grupo de machos alfa.

Sí. Sigamos centrando el análisis en Will Smith y la defensa impulsiva a su mujer. A su violento arranque fuera de todo lugar. Porque a Jada no había que defenderla. De Jada había que reírse.

Es curioso, porque esos mismos análisis que hacen sobre la impetuosidad del actor, haciendo referencia, y cito de ejemplo una frase de Roy Galán, a que «la violencia de manera pública forma parte de la construcción de la identidad masculina colectiva» no veo yo que se traslade a la violencia verbal sobre la imagen de la ofendida. Esa mujer que tenía que tragar y reír ante las cámaras y en directo.

Sí, precisamente esa violencia institucionalizada que confunde humor con burla y hasta con humillación. Esa violencia recurrente sobre el físico femenino que nos pre-construye una identidad de belleza y que nos recuerda, también, que una mujer solo es hermosa si luce una maravillosa melena larga. Esa intimidación que en algunas religiones señala y convence a la mujer de ocultar su pelo bajo una peluca o un pañuelo porque no debe mostrarlo a delito de pecar… O que la mujer será vengativa si ella (Penélope) no gana y su marido (Bardem) sí se lleva el Oscar. Porque obvio, ¿¡tenía que ganar él!?. Cuidado que la mujer siempre te dejará durmiendo en el sofá pues es envidiosa de los éxitos de su pareja. Porque, nuevamente, obvio que un marido jamás sentirá envidia o rencor (estoy siendo irónica, por si no se pilla). En fin, risas al otro chiste misógino que se afinca, esta vez, en los estereotipos masculinos sobre el matrimonio heterosexual.

Riamos sí, pero porque se ve que guionistas y comediantes están estancados y/o escasos de genialidad e innovación.

Centrar todo per se en la ‘hombría’ de un acto que no, quizás –o claramente para muchos– no sería de amor sino de testosterona, y que ha sido un arrebato de ira o masculinidad y ambas cosas a la vez, y olvidar el análisis del fondo para mi es un error. Parece que para muchos Jada Pinkett Smith tenía que aceptar ser el chiste mundial de la noche por ser una mujer calva con la osadía de salir sin llevar una peluca o haberse quedado escondida en su casa. Ese ha sido su gran delito femenino: sufrir de alopecia y haberlo hecho público con dos cojones, apoyando y convirtiéndose así en una referente para las tantas mujeres que día a día pierden su cabello por esta enfermedad. Y eso ya la convierte, junto a las mujeres barbudas, las enanas, las gordas, las feas, las muy altas, las extremadamente delgadas, las tetonas y las sin tetas, en el chiste del día. Riamos.

Y no, esto no es una defensa a la agresión física y humillación pública que sufrió Chris Rock en los Oscars como consecuencia de sus insultantes chistes. De hecho, y a pesar de su gran error y mal gusto, llego a admirar el temple con el que resolvió la difícil situación. Aclaro bien mi postura, que siempre hay algún despistado/a leyendo. Esto tampoco es un «perooooo…» [y aquí es donde se supone exculpo a Will Smith de sus actos, porque no lo haré].

 

Esto es una defensa a la belleza de las mujeres con alopecia. A mostrar la calvicie femenina sin disculparse ni avergonzarse por ello.

Es un basta ya de usar el físico de las personas para reírse y/o ridiculizarlas públicamente. Basta ya de normalizarlo y validarlo con la coletilla de «es solo un chiste», culpabilizando además a esa persona por no encajarlo y no tener sentido del humor. Los chistes, como la libertad de expresión, acaban cuando la persona a la que van dirigidas tus palabras se ofende porque la hieren, la ridiculizan, la entristece, le molesta o cualquier sentimiento que le produzcan esos comentarios. Hay que saber verlo, aceptarlo y pedir disculpas por ello. El humor deja de serlo cuando lleva un destinatario y se convirtie en un insulto camuflado. Ninguna persona tiene porqué aguantar que los demás se quieran reír de ella sin más.

Esto va de respeto en todas las direcciones, tanto físicas como verbales.

Jada Pinkett Smith es una de las muchas mujeres del mundo que tienen alopecia y están invisibilizadas por la sociedad. Ni es un corte de pelo ni va rapada como he leído en algunos titulares, pues parece que si ha sido su decisión estilística si que le validamos el look. No tiene pelo, pero no por que sea su elección. Se ha quedado calva a consecuencia de una enfermedad autoinmune, sin tapujos ni más disculpas.

Esto tampoco va de mostrar empatía sólo por ser una enfermedad, esto va de que aceptemos, respetemos, defendamos y valoremos a las mujeres con o sin pelo. Porque si nos camuflamos tras las consecuencias visibles de sufrir alopecia, al final tan solo seguimos perpetuando los estereotipos sobre cómo debe verse una mujer para ser validada socialmente. Y el problema no sería la calvicie femenina que ocultamos, el problema seguiremos siendo nosotros que no la aceptamos.

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