La posibilidad de realizar un sueño
es lo que hace que la vida sea interesante.–Paulo Coelho–
Esta es la frase que elegí como encabezamiento de mi invitación de boda. Porque, verás, hace algunos años, no demasiados, soñé con una bonita noche de verano, como la que imaginó en su día William Shakespeare.
Soñé despierta, soñé contigo. Soñé con ese momento mágico, mientras bajaba del coche y sentía que cientos de ojos apuntaban hacia mi persona. Eran nuestros amigos, nuestra familia. Fueron minutos, puede que sólo segundos, en los que pude ver sus caras de felicidad, con esa pose medio girada para no perder la compostura. Algunos, con sus teléfonos móviles en la mano para inmortalizar el momento, otros, como si de un partido de tenis se tratase, debatiéndose entre mi figura y la suya, justo al otro lado.
Sí, él también me miraba en la distancia, con emoción contenida, con las manos entrelazadas y haciendo unos ligeros movimientos con la cabeza por puro nerviosismo, ¿o era felicidad?. Sin querer perderse nada… queriendo abarcarlo todo.
Fotos, cortesía ©Ana Lui Photography
También recuerdo que, en mi sueño, a algunas de esas personas se les escapaban unas tímidas lágrimas que más tarde no reprimirían, me sonreían como nunca antes lo habían hecho. Sentía su apoyo, su cariño, sus abrazos imaginarios. Lo sentía como algo cercano, algo mío, algo tan bonito que costaba incluso creerlo.
Soñé que mi padre se acercaba lentamente después de dar un rodeo al coche, me entregaba un sencillo ramo de paniculata y, tímidamente, me sonreía, nos sonreíamos. A mi espalda, me colocaban el vestido para que todo estuviera perfecto, nada podía fallar. Yo intentaba guardar las formas y evitar ponerme a saltar de alegría, era complicado pero sabía que lo conseguiría. Algunos rezagados apuraban el paso para llegar antes que yo. Sí, ellos también me sonreían. Mientras tanto, mis ojos hacían un último repaso a todo aquello que me rodeaba para que esa imagen quedara siempre, siempre, grabada en mi mente. Algo único. Algo irrepetible. Sabía que había llegado el momento más esperado en mucho tiempo.
Porque era el momento de soñar con los ojos abiertos, de convertir todo eso una realidad. O, mucho mejor, era hora de seguir soñando, de echar a volar con las alas bien abiertas, de vivir todo lo imaginado algún día, alguna noche, en algún instante. Porque todo aquel sueño merecería la pena. Porque, sin duda, mereció la pena.
Porque soñar es bonito, pero la posibilidad de vivir tu sueño lo es mucho más… Porque la vida es sueño y los sueños, sueños son.